domingo, 28 de diciembre de 2008

chiclayork


El sabor de la cerveza, la distancia, la promesa del mar y la brisa, el calor de mierda, el polvo. Nada parece cambiar. Crecen los edificios- feos, aburridos- sobre las calles maquilladas de asfalto, pero la sensación es la misma, y siguen siendo las mismas sombras las que piso al caminar debajo de ellos. Veo a los muchachos que hace poco fueron niños usando las mismas palabras que solíamos usar. Todo es tan lo mismo que me conmueve.
Pero siempre hay fascinantes razones para equivocarse con ganas, y resulta que no es tan terrible aceptar el error. 
Llevo la determinación de equivocarme, de todas maneras. 
Y me equivoco. Porque la comida es maravillosa, y porque los amigos son entrañables, y porque estar solo de nuevo ya no me asusta. Si, en serio que ya no. Precisamente. Estoy contento de estar solo en mi ciudad, y reconciliarme con sus circunstancias, con sus días, con todas esas cosas que nunca alcanzas a entender pero que siempre, siempre disfrutas agradecido.
Todo es tan lo mismo, y sin embargo, acá estoy, sentado en la arena, acodado en la barra, en el taxi, en la puerta de mi vieja casa, y nada es igual.



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